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Imagen del espectáculo Avalanche |
Dani Pannullo es uno de los coreógrafos y director de escena más originales con los que cuenta la danza contemporánea en España.
Combina distintas disciplinas de la danza con una modalidad de deporte urbano: el football free style
Julià Pérez // Valencia
Dani Pannullo nació en la Patagonia argentina, aterrizó en España hace más de veinte años. A Dani le fascina la danza. Es un ávido espectador y transponedor de los movimientos urbanos contemporáneos que después empasta como nadie encima del escenario con los bailarines de su compañía, Dani Pannulo Dancetheatre Co., que creó en 1998.
Su inspiración siempre ha sido la cultura, el baile urbano, al que él incorpora otros lenguajes de la danza, que además de los ortodoxos, por ejemplo, coquetea con el butoh japonés, el derviche egipcio o el flamenco, entre muchos otros.
En su último espectáculo Avalanche crea una plasticidad y una poética con el football free style o danza acrobática con el balón. Como expresa Pannullo, este impactante y delicioso espectáculo, es un conjunto de discursos donde todos ellos se entreveran para rendir un homenaje a lo que más le gusta del mundo: el movimiento, el baile, la danza... para huir del tiempo.
Hemos hablado con él y seguiríamos haciéndolo, porque es una fuente inagotable de creatividad y sabiduría urbana.
Lo que más llama
la atención es la incursión del football
free style en el discurso poético y estético de la danza, ¿cómo empastas
ambas disciplinas?
El footballfree style es una modalidad de deporte urbano en el que encontré un
lenguaje plástico. Siempre que haya un movimiento que me guste, no me interesa
tanto de dónde provenga, lo importante es que éste pueda dialogar en el
escenario con el resto de los movimientos de mis bailarines y el tipo de danza
que practicamos. Encuentro belleza, a veces,
en cosas que usualmente la gente no encuentra. Pero yo veo danza en casi
todo.

Para mí, la tradición y la modernidad tienen
que dialogar en el escenario. Y el resultado puede ser terriblemente moderno,
como decía Rimbaud, pero también hay que respetar las tradiciones. Estos son
los ingredientes fundamentales para mis espectáculos.
Avalanche nos habla, sobre
todo, del paso del tiempo
La danza, para que perdure, uno tiene que
estar despierto a los lenguajes nuevos que surgen en las grandes metrópolis. Madrid,
hoy en día, es una de ellas. Puedes encontrarte con gente de todo el mundo...
El paso del tiempo no tiene mucho que ver con la edad, pero sí con el lenguaje
en sí mismo. Hay que estar atento a los movimientos nuevos para poder
expresarlos en la escena.
Parece que el
espectáculo es el fruto de un concienzudo trabajo previo de investigación sobre
cómo y por qué se mueve la gente... ¿Cómo fue esa tarea investigadora? Y ya que
estamos, ¿cómo y por qué se mueve la gente, Dani?
Desde siempre, me he sentido atraído, no solo
por las diferentes escuelas de danza, sino también, por ejemplo, por el trabajo
de un genio como Jacques Tati, que hizo películas sin diálogo inspiradas en los
movimientos de la calle, en los movimientos cotidianos de la gente. Todo esto
sirve para alimentar el lenguaje que queremos desarrollar sin llegar a
trasladar literalmente esos movimientos cotidianos. Por eso, siempre digo que
cualquier persona puede bailar y sobre todo, en este siglo.

¿Qué otro tipo de
fuentes o géneros coreográficos te han resultado útiles para construir Avalanche?
Hemos incorporado, como he dicho, una
disciplina india, el Kalatipayattu, que es como la madre de todas las artes
marciales, que surgió en Kerala (sur del país) y luego viajó por Asia, hasta
China, dónde nació, por ejemplo el kung-fu o el shaolin. Si alguna vez, por
ejemplo, incluyera la capoeira, me iría a la raíz, que es África. Muchas veces,
tengo un interés antropológico por la danza.
Las críticas del
espectáculo son muy positivas, ¿qué te parece?
Las críticas buenas se agradecen, pero no me
constriñen. Lo que sí me interesa, más que el aplauso, es de qué forma el
público transforma nuestras ideas en su propia vida. Cuando se apaga la luz en
el teatro, el espectáculo ya no te pertenece más, es del público; y este, puede
hacer lo que quiera con él.
Avalanche es como una avalancha de números en
movimiento donde los bailarines, a pesar de su juventud, expresan sentimientos
que van desde la niñez hasta la vejez. Hay momentos también muy enérgicos. Es
un discurso bastante animal de las cosas que quiero decir. Sin olvidar que hay
un recorrido musical súper interesante, que va desde el freejazz hasta la
música clásica. Me gusta que los espectáculos estén llenos de pequeños momentos
importantes, donde la gente, a pesar de que tal vez no le guste tanto lo que
está viendo, le guste mucho lo que está escuchando. Hay también una muy buena
puesta en escena de luces...

¿Por qué este
montaje es solo masculino?
En este espectáculo y en el anterior, me he
centrado más en trabajar con la energía masculina. Entre otras razones, me
resulta muy interesante porque tiene muchos más matices que lo que la gente
piensa. En el nuevo montaje ya vuelvo a trabajar con chicas.
¿Por qué este tratamiento tan exquisito de la música
en el espectáculo (y en el resto de tus montajes)?
Responde a mi propia personalidad, a lo que escuché de pequeño... Como le indiqué el otro día a un periodista, me atrae en
estos momentos viajar hacia el altiplano, tocar músicas de las cordilleras de
Bolivia, de Perú, de Chile..., me atraen muchas cosas. En mi vida actual, estoy
atraído por todo lo que es Oriente. Es bastante difícil decir por qué. El mundo
está lleno de músicas y lo que tenemos que hacer es ir al encuentro de ellas.
¿Qué es para ti la
danza contemporánea?

Por ejemplo, en estos momentos estoy poniendo
en marcha una residencia de creación en la Compañía Nacional de Danza. Para mí
es un dar un paso súper importante porque esto significa que la dirección y las
grandes estrellas de la danza también se dan cuenta de que personas como yo
colaboramos con un pequeño granito para que todo este mundo pueda crecer mucho
más, así como para entender nuevos lenguajes.
¿Cómo está la
danza en nuestro país?
La mayoría de los coreógrafos que me gustan
no son españoles. También, me gusta y respeto muchísimo el trabajo de la
Compañía Nacional de Danza. Tiene un repertorio muy interesante. Pero siempre
suelo mirar hacia fuera; ya lo hacía desde pequeño cuando vivía en Buenos
Aires. Mi danza favorita, en estos momentos, está en Francia y en Inglaterra.
La situación de la cultura en España es un
desastre. Esperemos que cambie muy pronto. Compañías pequeñas como la nuestra
vivimos en situación de ahogo, es como muy difícil sobrevivir. Pero bueno, no
me quiero quedar dormido en este sueño, en esta especie de pesadilla extraña.
Hay que seguir trabajando y creando. Los artistas no podemos parar y detenernos
en la depresión, pero sí reflexionar y seguir trabajando en lo positivo, porque
al final es lo único que nos puede salvar.
¿Por qué fundaste
la compañía? ¿Ya has hecho balance? ¿Has cumplido objetivos? ¿Qué le queda por
hacer a Dani Pannullo dancetheatre Co.?
Yo venía de trabajar en un grupo que se
llamaba Productos Lola, y luego monté uno, donde trabajó gente como David
Delfín y Mariola Fuentes, que se formaron conmigo en esa época y a partir de
ahí, creé mi propia compañía de danza y comenzó a funcionar bastante fuerte a
partir del año 2000. Hemos llevado nuestros espectáculos por varios lugares del
mundo y estamos contentos a pesar de la situación. Lo más importante es seguir
soñando, es lo que vale la pena.

Con qué nos vas a
sorprender en un futuro (próximos proyectos)
Estoy preparando un ballet pop que estamos desarrollando
en nuestra residencia de creación en la Compañía Nacional de Danza. La música es
de Nacho Canut, de Fangoria y de Zeta, que es un productor y grafitero español
con muchísimo renombre. Estamos en pleno laboratorio con ello. Quizá para
finales de año. ¡Qué interesante! -lo interrumpo-; sí –contesta Dani-, pero es lo
contrario que quiere mi manager, que desea cosas que se puedan vender.
Aun así, se venderá, porque el talento siempre
se compra.
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