- La obra se llama El Cristo amarillo (Le Christ jaune) y fue pintada por Paul Gauguin en septiembre de 1889 en Pont-Aven (Bretaña). Algunos autores defienden que aunque comenzado en Pont-Aven, pudo ser terminado ese mismo año en Le Pouldu (Clohars-Carnoët).
- Hoy, esta obra se encuentra en el Allbright-Knox Art Gallery (Buffalo NY).

“En la pintura –decía Gauguin– se tiene que buscar más la sugestión que la descripción”. Y este cuadro, que titula El Cristo amarillo, a mí me sugestiona. No sé si será por las reminiscencias que tiene con los amarillos de los girasoles, de algún autorretrato o de El sembrador de Van Gogh o puede que sea por la simplicidad de los trazos y los fuertes contrastes cromáticos. El mismo Gauguin reconoce el poder emocional del color cuando se utiliza para sugerir la emoción en el observador.
Con este trabajo, Gauguin tira por la borda mucho lastre y sin ataduras comienza un camino de libertad creativa en continua búsqueda del paraíso perdido. Atrás queda el Impresionismo y, allá lejos en el futuro incierto, el Fauvismo. Y en medio, está la materialización del Cristo policromado del siglo XVII de Trémalo. Una especie de intento por liberarse de la civilización y adentrarse en los mundos

Subrayo de esta obra su sintetismo. Este cuadro sintetiza lo sacro y lo profano, el Románico con el arte japonés, el color y la forma, el color antinatural con el vivo color expresivo, la claridad de lo representado con el misterio de la visión, el simbolismo con la búsqueda plástica, el catolicismo tradicional con los rituales ancestrales, la síntesis del hombre y la naturaleza. En el fondo es lo que se busca: síntesis.

Este Cristo, con rasgos de Gauguin, volverá a aparecer en Autorretrato con el Cristo amarillo, allí aparece como en una especie de tríptico que forma con el autorretrato del pintor y el jarrón con su figura. No son tres personas en una como la Trinidad, sino una especie de tres manifestaciones de la misma persona: es la lucha artística del salvaje, su combate estético hecho símbolo.
En esta obra, descubro un artista con un genio místico primitivo que busca la mística de lo natural, de las zonas vírgenes, de los paraísos primigenios, de la inocencia primera. Y así, este Cristo civilizado por el catolicismo se convierte para Gauguin en un sol adorado por silvestres bretonas en medio del campo.
J.Plasencia
Para ver una presentación general de esta obra se puede consultar el siguiente video: